Dice Borges que en ocasiones el sol agoniza mientras las manos se acercan al amor. Así discurre la tarde, porque no basta con ser valiente ni recitar discursos políticamente extravertidos o recitar formas que curiosamente proponen los protocolos de la corrección, si no se enuncia la identidad que denota humanidad.
Hoy quiero escuchar al “Matátan”, ese que día a día se enfrenta en la urbe de la ciudad a un pandemonio de mentiras, leyes nuevas, regaños, frustraciones, deseos y conspiraciones contra el poder que otrora le otorgaron los antiguos.
Quiero hablar de ese hombre que atemoriza a las mujeres, la golpea, amenaza consuetudinariamente o las mata, sin que el policía, los juristas o poderes fácticos puedan neutralizarlo. Es un hombre con una distinción sexuada, pobre o rico que busca llenar sus esperanzas de vacio con el aquí y el ahora que despierta la piel y la cultura de la represión patriarcal y el fastuoso poder.